Hambre
Lo esperé durante diez minutos en la terraza del café, sola como siempre. Estaba nerviosa y me agotaba disimular ese estado tanto rato.
Saqué una manzana verde de mi bolso y le di unos mordiscos rápidos y violentos, disimulando mi ansiedad.
Por fin, o no, lo vi acercarse y sentí un leve dolor en mi estómago. Los diez segundos hasta antes de que estuviera frente a mí fueron eternos, y no pude cumplir ese repentino y extraño deseo de arrancar súbitamente.
Cuando llegó a mi mesa ya era tarde, me preguntó qué deseaba y todavía no lo había decidido.
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